Viajamos hasta el siglo XVI para conocer algunos de los entresijos de la vida en el Colegio de San Ildefonso: ¿cuántas personas lo habitaban? ¿cómo elegían al rector y a los prebendados? ¿cómo debían sentarse en el refectorio? ¿cuál era el castigo por saltarse las normas?
El Colegio Mayor de San Ildefonso: el centro del mundo universitario
Aunque también existían los conocidos como Colegios Menores o de pobres, responsables de ofrecer vivienda y educación a una gran cantidad de colegiales, estos dependían financiera y administrativamente del principal, el Colegio Mayor de San Ildefonso, el núcleo del mundo universitario alcalaíno en el que además se depositó la dirección y organización de las demás instituciones, incluida la propia Universidad.
La vida en este Colegio Mayor, famoso en la actualidad por su fachada renacentista-plateresca, se regía por las Constituciones presentadas por Cisneros y posteriormente promulgadas y juradas en enero de 1510, dando lugar a la Universitas, esto es la comunidad universitaria.
El Colegio se convertiría en el cenáculo en el que sus treinta y tres colegiales recordarían los años de la vida de Jesús así como sus doce capellanes a los apóstoles. En él se desarrollarían distintos prototipos humanos y académicos con un estamento compartimentado y jerarquizado formado por capellanes, familiares, porcionistas y cameristas mayores o menores.
Selección, acceso y admisión: quiero ser colegial de San Ildefonso
Todos los colegiales, independientemente de su clase social, debían enfrentarse a un riguroso sistema de selección y admisión en el que se investigaba su procedencia, economía y posibles parentescos con otros colegiales. El resultado de la investigación se daba a conocer en el claustro donde se votaba qué candidaturas proseguían y cuáles se denegaban.
Una vez admitidos, para empezar a formar parte de la vida comunitaria, debían realizar un juramento de obediencia al rector y observancia de las Constituciones, lo cual les obligaba a respetar unas normas muy estrictas en cuanto a la disciplina colegial, la habitación, el refectorio y las obligaciones religiosas.
Así empezaba su camino como estudiantes, primero dedicándose a la Gramática y a las Artes y posteriormente estudiando en las facultades mayores de Teología, Derecho Canónico o Medicina.
El rector: elegido, respetado y coartado
El rector del Colegio de San Ildefonso, elegido anualmente por los colegiales más antiguos en la víspera del día de San Lucas, era el rector del Colegio Mayor y además rector académico de la Universidad en su conjunto. Según las bulas fundacionales y las constituciones, era titular de una jurisdicción semiepiscopal, interfiriendo en las competencias de los oficiales episcopales alcalaínos, en concreto en la del Vicario arzobispal y del corregidor. El rector era ayudado por los consiliarios y representaba, presidía, convocaba y refrendaba los actos públicos académicos. También podía tomar iniciativas tan importantes como la creación de Colegios Menores.
Sin embargo, su poder se veía limitado por el claustro colegial de San Ildefonso, donde se discutían todos los temas y se demandaban nuevas soluciones. El claustro era además el responsable de conceder o denegar la licencia al rector, con el voto favorable de dos tercios de sus integrantes, para que pudiera ausentarse del Colegio, quedándose el colegial más antiguo sus responsabilidades y funciones. Asimismo, era el encargado de elegir a un vicerrector en caso de que la ausencia se prolongara más de quince días.
Las prebendas: las becas del siglo XVI
Cuando se anunciaba una prebenda ningún colegial podía abandonar el Colegio hasta que esta quedara cubierta, bajo pena de quitarle el vestuario. El día de su anuncio, el rector convocaba un claustro para iniciar el procedimiento: el envío de cartas a otras Universidades en los tres días siguientes y la exposición de estas en las puertas de las aulas universitarias a la espera de que los candidatos se presentaran con un plazo máximo de treinta días. Pasado este tiempo, el claustro volvía a reunirse para estudiar a los candidatos, pudiendo demorarse hasta quince días.
Los candidatos debían cumplir una serie de condiciones como, por ejemplo, tener menos de veintiún años, estar solteros, haber oído las Súmulas y la Lógica o tener unos ingresos anuales inferiores a veinticinco florines de oro de Aragón.
Los elegidos para beneficiarse de la prebenda tenían derecho a permanecer en ella durante ocho años seguidos, durante los que se le proporcionaría alimento, vestuario (cada año, el primer domingo de adviento, los colegiales y capellanes recibían sus vestiduras), servicio médico y de peluquería, camas de madera, cancelas, etc.
La vida en el Colegio: entresijos del mundo universitario
En el régimen interno del Colegio se dotaba a los colegiales de una serie de utensilios para su vida cotidiana: vasos, cuchillos, jarras de agua, etcétera. Es curioso contemplar cómo estos eran iguales para el rector, los capellanes y los colegiales, aunque su custodia quedaba bajo la responsabilidad del último prebendado o capellán. Del mismo modo, todos recibían la misma comida tanto en porción como en lo relativo al modo de elaboración.
La hora de la comida era todo un ritual. Por la mañana se leía la Biblia y por la noche libros de santos u otros doctores aprobados por la Iglesia. La mesa estaba minuciosamente organizada sentándose a la derecha e izquierda del rector los colegiales regentes en Teología, estando el más veterano en el lado derecho. Les seguían el resto de doctores teólogos, siempre ordenados por antigüedad, y luego los maestros regentes, también organizados de más a menos veteranos. Por último, se sentaban los tres capellanes mayores y el resto de prebendados.
En cuanto a las habitaciones, la del rector se situaba encima del archivo y el resto eran elegidas por los colegiales según iban resultando las vacantes. Por las noches todas las puertas debían estar cerradas, debiendo bajar a aquellos no hospedados allí por una cuerda tirada por las ventanas. Todos los miembros del Colegio debían dormir en él, pues estaba terminantemente prohibido que pasaran la noche fuera.
Durante su estancia tenían que respetar una serie de normas muy estrictas, cuyo incumplimiento conllevaba castigos a veces muy severos. Por ejemplo, ningún colegial podía salir del Colegio sin el hábito y sin la compañía de otro bajo pena de privación de la porción de un día y si reincidía de la porción de un mes. Tampoco podían llevar barba o el pelo largo, comer o cenar fuera del Colegio, participar en juegos de azar o tocar instrumentos musicales, salvo el monocordio y el clavicémbalo; bajo penas de privación de la porción de un mes, del vestuario de un año e incluso a la tercera reincidencia la expulsión del Colegio. Igualmente, aquellos que cometían algún delito en perjuicio del Colegio, la Universidad o el bien común, tenían relaciones sexuales con una mujer, causaban daños físicos a otro o robaban eran expulsados automáticamente.
Todos los miembros del Colegio y Universidad debían obedecer al rector del Colegio de San Ildefonso según el juramento inicial, teniendo que acudir a su llamada. Él era quien ostentaba la jurisdicción universitaria, por lo que cualquier acusación civil o criminal hacia los colegiales debía pasar antes por su autorización ya que estos estaban exentos de otras jurisdicciones ajenas a la universitaria.
Monjes-estudiantes-universitarios
Como podemos comprobar, los miembros del Colegio de San Ildefonso llevaban una vida similar a la de los monjes, pues debían responder a estrictas normas, cumplían un régimen de semi-clausura con las salidas reguladas por el rector y además tenían que hablar siempre en latín. La mayoría de los aspectos de la vida cotidiana y estudiantil estaban recogidos en las Constituciones promulgadas por el Cardenal Cisneros, en las que podemos apreciar una gran precisión junto a un inmenso afán por que todo estuviera regularizado formalmente. Quizá la intención de Cisneros era que la norma asegurara el funcionamiento de una Universidad como la que fue la Complutense.
Bibliografía
CABAÑAS GONZÁLEZ, M.ªDolores (ed.) Constituciones de la Universidad de Alcalá (1510). Alcalá de Henares: Servicio de Publicaciones Centro Internacional de Estudios Históricos de Cisneros, 2010
GARCÍA ORO, José. Cisneros: el cardenal de España. Barcelona, Ariel, 2002
Enhorabuena David!!!! Muy buen trabajo